El soundtrack de la Venezuela de hoy, en la voz de Juan Luis Guerra

El soundtrack de la Venezuela de hoy, en la voz de Juan Luis Guerra

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Creo que acabo de escuchar el soundtrack de la Venezuela de hoy. Buscando unas cosas en YouTube conseguí un video llamado «Éxitos de Juan Luis Guerra» (o algo así) que resultó ser todo un (re)descubrimiento.

No soy capaz de explicar por qué me llamó la atención en el momento, porque no me gusta el merengue… pero, por alguna razón inexplicable, comencé a escucharlo mientras seguía trabajando en la computadora.

La primera canción fue «El Niágara en bicicleta» y, al escuchar la letra, pensaba en lo mucho que nos parecemos las sociedades latinoamericanas y lo poco que han cambiado las cosas en nuestros países desde que esta canción fue escrita por allá por 1999.

«Hay que chequearte la presión, pero la sala está ocupada y, mi querido en este hospital no hay luz para un electrocardiograma», es un comentario que cualquiera que se haya visto en la necesidad de acudir al sistema de salud pública en Venezuela puede haber escuchado.

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Casualmente después sonó «La bilirrubina» y adivinen qué fue lo primero que pensé. ¡En el chikungunya! Les explico por qué: Esta es la historia de un hombre que fue al médico por una fiebre y el diagnóstico que le dieron, después de hacerle un montón de exámenes, fue «mal de amores». Cualquier parecido con la crisis de los hospitales de Maracay en septiembre de 2014 y las explicaciones sin sentido que ofrecieron las autoridades al respecto es pura coincidencia.

Además la canción dice clarito que eso «no lo cura la aspirina» y todos sabemos que para contrarrestar los síntomas del chikungunya lo que se puede tomar es Acetaminofén, pero como Venezuela «no hay» entonces solo queda buscar apoyo emocional en nuestros seres queridos pedirles: «inyéctame tu amor como insulina y dame vitamina de cariño».

La tercera canción era «Burbujas de amor«, en la que se deja ver, de manera romántica, elegante y dulce; como el autor fantasea con los fluidos corporales de su amada (por eso quiere tocarse la nariz en su pecera y hacer burbujas de amor por dondequiera); sin necesidad de utilizar expresiones como «dale mami perrea», «dame tu culo mami, tu culo» o «te gustan las chapas que vibran».

En sus primeras líneas dice: «Tengo un corazón, mutilado de esperanza y de razón. Tengo un corazón que madruga donde quiera». Pensarán que estoy loca pero lo primero que vino a mi mente al escuchar esa frase fue la imagen de miles de venezolanos con los corazones desesperanzados, que también están madrugando, pero para hacer una cola humillante frente a un supermercado.



En ese momento desvié la mirada hacia mi otro monitor, en el que tenía abierto Twitter, y de la nada apareció una foto de Maduro ofreciendo una rueda de prensa. Mientras tanto el dominicano seguía cantando: «Y este corazón, se desnuda de impaciencia ante tu voz. Pobre corazón que no atrapa su cordura»… ¿Casualidad?

La cuarta canción no necesita interpretación alguna. De haber sido la primera vez en escucharla en toda mi vida, habría podido jurar que fue escrita en Venezuela en enero de 2015 (y eso que es de 1992). Se llama «El costo de la vida» y, bueno, dice algo así como: «Y la democracia no puede crecer, si la corrupción juega ajedrez, a nadie le importa qué piensa usted».

Así llegamos a «Ojalá que llueva café«, aunque en el caso de Venezuela lo ideal sería que lloviera leche y azúcar también.

Tomando en cuenta que la lista de cosas que Juan Luis Guerra quiere que le caigan del cielo incluye patatas, fresas, yuca, té, queso blanco, berro, miel, trigo, mapuey y arroz graneado; yo dudo mucho que este caballero se haya dado una vueltica por otros pasillos de los supermercados que no sean los de las verduras; porque si no tendría que componer al menos tres canciones más, pidiendo desodorante, pañales, detergente y harina PAN.

El siguiente tema fue «Bachata rosa» y en este caso debo ser muy sincera: No me gusta para nada la bachata. Me parece que, cuando de interpretar este tipo de música se trata, todo está escrito y cantado como un lamento ancestral o una especie de queja llorosa infinita con exceso de agudos y expresiones faciales incoherentes, al mejor estilo de una rueda de prensa de sectores de la oposición política venezolana en la sempiterna «casa del partido». Así que adelanté el video.

Cuando pensé que había llegado la hora de colgar los audífonos y seguir en lo mío, comenzó a sonar «La guagua», una canción que no solo es perfecta para describir el momento histórico que vive Venezuela, sino que además recurre a un autobús como simbolismo, por lo que creo que no hay más nada que explicar… «¿A dónde va el ordeño de la vaca? ¡Al bidón de las promesas! Tira la palanca y endereza, que la guagua va en reversa».

Preguntándome si Juan Luis tenía dotes de pitoniso, o es simplemente un cantor que por aquellos años quería denunciar carencias y problemas de toda América Latina (que hoy en día han hecho metástasis en Venezuela), cerré mi «momento bailable 2015» con otro melodioso reflejo (no por eso menos triste) de la encrucijada que viven los jóvenes profesionales de mi país; quienes después de haber estudiado para alcanzar la meta de ser hombres y mujeres altamente capacitados, deben llevarse su talento a otras latitudes, dejando atrás los afectos, colores y sabores de su hogar; y metiendo la vida en tres maletas para irse por el mundo «Buscando Visa para un sueño».

«Buscando visa de cemento y cal, y en el asfalto quién me va a encontrar (…) Buscando visa para no volver».

María José Flores